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Nuestro blog | Misioneros Claretianos Provincia Bética
Miércoles, 17 Agosto 2016 10:13

La Escuela del Maestro

Hoy hablas con muchas personas y no es difícil encontrarte con lo siguiente, no necesitan a Dios, ni se acuerdan, no le echan de menos, ni le piden ni le agradecen.

Pero tienen conciencia del bien y del mal. Cuando tienen apuros, les viene Dios a la mente y sin querer se confían a Él...

Si han tenido de pequeños un mínimo de educación religiosa pueden admitir que Dios es el creador, pero nada más. Creen que no les sirve para la vida, aunque interiormente su conciencia les pide algunas cosas.

Por ejemplo, cuando un ser querido entra en quirófano, pedimos a Dios que todo salga bien, y algunos se santiguan, puede que no realice el signo, pero por su mente pasa Dios y se nota, aunque no lo manifieste.

 Podríamos decir que hay una ley escrita en la conciencia, la ley natural que nos avisa de lo que está bien y de lo que está mal.

Sin entrar en que tipo de religión, la persona en algún momento se dirige a su creador, como el que se dirige a su padre y le pide algo o le agradece algo.

Si profundizamos más te diría, si me ha creado porqué no voy ha hablar con él. En definitiva, sin proponérselo se ha ido adentrando en una religiosidad natural.

Jesús el personaje más famoso del mundo. De nadie se ha tratado tanto en todo el tiempo y lugar. Libros, Cine, estudios de todo tipo no sólo filosóficos, si no sociológicos, políticos etc. Si se hace un abanico con todos los calificativos se puede ir desde un ser cien por cien divino hasta pasando por un superstar. Muchos pueden rechazar a Dios pero el hombre histórico Jesucristo jamás ha sido rechazado aunque ha sido manipulado y sigue siéndolo a conveniencia de los hombres, a veces queriendo o sin querer. Leyendo los Evangelios o en el cine si se quiere podemos anotar todo lo que ensalzó y aquello contra lo que luchó.

Le preguntaron sus discípulos que había que hacer para orar. Él les recitó, como se dirigía a su padre, “Padre Nuestro...” y quedó para siempre la oración más profunda que está en la boca y en el corazón del mundo entero.

Jesús vino a este mundo de los hombres tomando su forma humana enviado por Dios para empezar a cumplir lo que anteriormente nos había revelado por los profetas. Establecer en la tierra su Reino, que los ciegos vieran, que los cojos anduvieran etc., que todos éramos hermanos e hijos del creador.

Cristo funda la Iglesia, con el termino Iglesia se designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra para constituir la asamblea de todos aquellos que por la fe y el Bautismo han sido hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo. Es una institución humana y por tanto pecadora.

Cristo dijo que el mundo pasará pero sus palabras perdurarán. Ya estamos en el tercer milenio contados desde su nacimiento, Dos mil dieciséis años.

El Espíritu Santo, es invocado desde entonces continuamente por los creyentes.

“Mi mujer tenía una  especial devoción, decía “Ven Espíritu Santo, no te detengas, aunque yo no te llame, quiero que vengas”.

El Evangelio de Mateos nos dice: Padre, Señor del cielo y tierra que has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a la gente sencilla. La humildad de Cristo es la elección de ser pequeño de estar con los pequeños, con los excluidos, de estar entre nosotros, pecadores. Atención no es una ideología. Es un modo de ser y de vivir que parte del amor, parte del corazón de Dios.

Muchos fieles hacen sus oraciones confesando sus arrepentimientos, haciendo sus peticiones y dan por terminada su oración, sin oír la respuesta del Señor. Es decir, hablamos mucho, pero escuchamos poco. No empleamos el tiempo suficiente para saber lo que nos responde el Señor, cuando el tiene sus designios particulares sobre nosotros y nos lo da a conocer en el interior de nuestra conciencia.

La oración es un diálogo como se puede demostrar en el rezo del Padre Nuestro:
Si padre queremos santificar tu nombre, extender tu Reino, cumplir tu voluntad (obsérvese que es una conversación), Padre danos nuestro pan, hijos míos dadme el nombre de padre. Yo soy vuestro Padre, y a condición de que os portéis entre vosotros como hermanos, y de que compartáis juntos vuestro pan, no careceréis del él.
Padre perdona nuestras deudas, claro que sí, pero a condición de que perdonéis a los que os han ofendido.

Padre no nos dejes caer en la tentación No caeréis en ella, con tal de que cumpláis mi voluntad en la tierra igual que ella se ve observada en el cielo.

Así Dios nos pide y nos da a la vez.

Las oraciones que dirigimos al Padre por mediación de su Hijo son hechos que brotan en nosotros por el Espíritu Santo.
Dios no hará lo que nosotros podemos hacer sin Él. Dios interviene a partir del momento que hemos alcanzado los limites de nuestras posibilidades. ¡Hágase tu voluntad! A pesar de nuestras resistencias y en contra de nuestros propios deseos adversos.
Dios nos perdona en lo más íntimo de nuestra conciencia, el perdón entre los hombres debe realizarse con igual discreción.

La tentación no es un mal en sí mismo, no es un pecado ni un accidente. Constituye para nosotros una prueba. ¿Por qué iba Dios a apartar de nosotros la tentación? Cuando es el medio para probar nuestra fidelidad.
La tentación es el aprendizaje, el medio de probar a Dios nuestro amor por nuestra obediencia. Pidiéndole al orar que no nos deje caer en ella.

Conviene ahora hacer mención de la palabra “Misericordia de Dios”, misericordia es una palabra hebrea cuyo significado es matriz, el útero de la madre. Este es el sentido bíblico de la palabra misericordia. Cuando decimos que Dios es misericordia estamos diciendo que Dios es esa matriz. La misericordia es el lugar que da la vida y es el lugar que recibe, que acoge la vida. Así es Dios.
Es Dios que quiere venir y entrar en nosotros para poder trasformar ese sufrimiento.

Pero puede ocurrir que, cuando oramos por la sanación de un enfermo, pensamos que debería ser sanado totalmente de esos signos de enfermedad y cuando esos signos no desaparecen completamente sentimos hasta un rechazo hacia Dios. Y es porque todavía no hemos comprendido bien el sentido de la misericordia. Jesús es el que nos revela la misericordia de Dios y jesús no ha venido al mundo para sanar a todos los enfermos. Jesús sanó muchos enfermos cuando ejercía su misión, pero no sanó a todos los enfermos y tampoco hoy. Sin embargo, porque El es la misericordia, quiere visitar el sufrimiento de cada hombre y ésa es la verdadera sanación de la misericordia.

Hay algunos, quizás muchos, que te dicen “yo no creo que Jesús haya resucitado. Nadie ha resucitado en este mundo.”

Jesús, entre sus milagros en Israel, resucita a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín y a varios más. Resurrección por la que recuperaron la vida de este mundo y le prolongaron un cierto tiempo hasta la muerte natural.

La Resurrección de Jesús, que dicen no entender algunos, se produce subiendo al cielo en cuerpo y alma para siempre, pero bajando a la tierra en la misma forma que tuvo entre nosotros e incluso con los agujeros que le produjeron los clavos y la lanzada.

Por presentarse entre sus discípulos de la misma forma que le vieron en vida, estos pudieron comprobar que estaban ante su maestro, lo que produce en todos, que se habían quedado hundidos y desolados, el levantamiento de sus vidas y la fortaleza que a raíz de entonces desplegaron de la nueva religión, que a partir de aquí nace con fuerza y valentía.

Ser cristiano consiste en creer que Jesús que nació en Belén, creció en un pueblo perdido de Galilea y predicó durante unos pocos años en Israel, es Dios. No un hombre muy bueno y cercano a la divinidad, no un hombre que nos recuerda un mensaje divino: Dios. Esto es lo más Fuerte que se ha dicho en la historia: “el verbo (la palabra) de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”. Eso es una locura, salvo que sea verdad. Pero el cristianismo es la única religión que tiene un Dios que se hizo hombre para caminar con nosotros por la vida, guiar nuestros pasos y tras la muerte de nuestro cuerpo, regalarnos el don del cielo, la resurrección. Pero encaje o no con lo que esperaban los sabios de la antigüedad, eso es lo que decimos los cristianos y eso es lo que nos distingue del resto de los mortales. Naturalmente, la aceptación de la divinidad de Jesucristo incluye el vivir como Él enseña y estar unido a Él. Esta unión no puede conseguirse de cualquier manera. De partida, la iniciativa y los medios vienen de Dios. Pero los hombres podemos hacerlo imposible. Hay ciertos comportamientos que son incompatibles con el seguimiento de Jesucristo.

Es un Dios que se hace hombre pero que no por eso deja de ser Dios. ¿Quién puede estar a la altura de cosa semejante? Alguien tiene que ayudarnos.

Sabemos por la historia y la Revelación, que la Iglesia es el gran regalo que ha hecho Dios a sus hijos, para que puedan conocerlo y así salvarse. La misma que Cristo fundó hace más de 2000 años. Algunos dicen creer en Jesús pero no en la Iglesia. La Iglesia que la forman los hombres, como no puede ser de otra manera, es por tanto santa y pecadora como nosotros. Y ésta, después de haber hecho todo por el mundo (los pobres, los inmigrantes, los enfermos, la cultura…) es la única organización mundial que ha pedido perdón por sus errores.

Digamos aquí que Dios nos incita a orar con insistencia no porque no sabe lo que necesitamos o porque no nos escucha. Al contrario. Él escucha siempre y conoce todo sobre nosotros, con amor.

En nuestro camino diario, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su ayuda.

Todo esto condujo al Papa Francisco en una de sus homilías diarias en la Capilla de Santa Marta en el Vaticano a sugerir algunas preguntas: ¿Habéis pensado alguna vez: el Señor sueña conmigo, piensa en mí, yo estoy en la mente, en el corazón del Señor, el Señor es capaz de cambiarme la vida?

En efecto, “el Señor se manifiesta enamorado de su pueblo” llegando incluso a decir: pero yo no te elegí porque tú eres el más fuerte, el más grande, el más poderoso; sino que te elegí porque tú eres el más pequeño de todos. Es más, se podría decir el más miserable de todos. Pero elegí así, y esto es el amor.”. De ahí, afirmó el Papa, este continuo querer del Señor, este deseo suyo de cambiar nuestra vida. La fe es dejar espacio a este amor de Dios, es decir espacio al poder, el poder de Dios, el poder de alguien que me ama, que está enamorado de mí y desea la alegría conmigo. Esto es la fe. Esto es creer: es decir, espacio al Señor para que venga y me cambie.

Escrito realizado por el residente Miguel Cabrera Mancha, quien tras la lectura de varios libros de temática religiosa, realiza las anteriores reflexiones. “Un refrito como él mismo lo hace llamar”

Hoy hablas con muchas personas y no es difícil encontrarte con lo siguiente, no necesitan a Dios, ni se acuerdan, no le echan de menos, ni le piden ni le agradecen.

Pero tienen conciencia del bien y del mal. Cuando tienen apuros, les viene Dios a la mente y sin querer se confían a él.

Si han tenido de pequeños un mínimo de educación religiosa pueden admitir que Dios es el creador, pero nada más. Creen que no les sirve para la vida, aunque interiormente su conciencia les pide algunas cosas.

Por ejemplo, cuando un ser querido entra en quirófano, pedimos a Dios que todo salga bien, y algunos se santiguan, puede que no realice el signo, pero por su mente pasa Dios y se nota, aunque no lo manifieste.

Podríamos decir que hay una ley escrita en la conciencia, la ley natural que nos avisa de lo que está bien y de lo que está mal.

Sin entrar en que tipo de religión, la persona en algún momento se dirige a su creador, como el que se dirige a su padre y le pide algo o le agradece algo.

Si profundizamos más te diría, si me ha creado porqué no voy ha hablar con él.

En definitiva, sin proponérselo se ha ido adentrando en una religiosidad natural.

Jesús el personaje más famoso del mundo. De nadie se ha tratado tanto en todo el tiempo y lugar. Libros, Cine, estudios de todo tipo no sólo filosóficos, si no sociológicos, políticos etc.

Si se hace un abanico con todos los calificativos se puede ir desde un ser cien por cien divino hasta pasando por un superstar.

Muchos pueden rechazar a Dios pero el hombre histórico Jesucristo jamás ha sido rechazado aunque ha sido manipulado y sigue siéndolo a conveniencia de los hombres, a veces queriendo o sin querer.

Leyendo los Evangelios o en el cine si se quiere podemos anotar todo lo que ensalzó y aquello contra lo que luchó.

Le preguntaron sus discípulos que había que hacer para orar. Él les recitó, como se dirigía a su padre, “Padre Nuestro...” y quedó para siempre la oración más profunda que está en la boca y en el corazón del mundo entero.

Jesús vino a este mundo de los hombres tomando su forma humana enviado por Dios para empezar a cumplir lo que anteriormente nos había revelado por los profetas. Establecer en la tierra su Reino, que los ciegos vieran, que los cojos anduvieran etc., que todos éramos hermanos e hijos del creador.

Cristo funda la Iglesia, con el termino Iglesia se designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra para constituir la asamblea de todos aquellos que por la fe y el Bautismo han sido hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo. Es una institución humana y por tanto pecadora.

Cristo dijo que el mundo pasará pero sus palabras perdurarán. Ya estamos en el tercer milenio contados desde su nacimiento, Dos mil dieciséis años.

El Espíritu Santo, es invocado desde entonces continuamente por los creyentes.

“Mi mujer tenía una  especial devoción, decía “Ven Espíritu Santo, no te detengas, aunque yo no te llame, quiero que vengas”.

El Evangelio de Mateos nos dice: Padre, Señor del cielo y tierra que has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a la gente sencilla. La humildad de Cristo es la elección de ser pequeño de estar con los pequeños, con los excluidos, de estar entre nosotros, pecadores. Atención no es una ideología. Es un modo de ser y de vivir que parte del amor, parte del corazón de Dios.

Muchos fieles hacen sus oraciones confesando sus arrepentimientos, haciendo sus peticiones y dan por terminada su oración, sin oír la respuesta del Señor. Es decir, hablamos mucho, pero escuchamos poco. No empleamos el tiempo suficiente para saber lo que nos responde el Señor, cuando el tiene sus designios particulares sobre nosotros

y nos lo da a conocer en el interior de nuestra conciencia.

La oración es un diálogo como se puede demostrar en el rezo del Padre Nuestro:

Si padre queremos santificar tu nombre, extender tu Reino, cumplir tu voluntad (obsérvese que es una conversación), Padre danos nuestro pan, hijos míos dadme el nombre de padre. Yo soy vuestro Padre, y a condición de que os portéis entre vosotros como hermanos, y de que compartáis juntos vuestro pan, no careceréis del él.

Padre perdona nuestras deudas, claro que sí, pero a condición de que perdonéis a los que os han ofendido.

Padre no nos dejes caer en la tentación No caeréis en ella, con tal de que cumpláis mi voluntad en la tierra igual que ella se ve observada en el cielo.

Así Dios nos pide y nos da a la vez.

Las oraciones que dirigimos al Padre por mediación de su Hijo son hechos que brotan en nosotros por el Espíritu Santo.

Dios no hará lo que nosotros podemos hacer sin Él. Dios interviene a partir del momento que hemos alcanzado los limites de nuestras posibilidades. ¡Hágase tu voluntad! A pesar de nuestras resistencias y en contra de nuestros propios deseos adversos.

Dios nos perdona en lo más íntimo de nuestra conciencia, el perdón entre los hombres debe realizarse con igual discreción.

La tentación no es un mal en sí mismo, no es un pecado ni un accidente. Constituye para nosotros una prueba. ¿Por qué iba Dios a apartar de nosotros la tentación? Cuando es el medio para probar nuestra fidelidad.

La tentación es el aprendizaje, el medio de probar a Dios nuestro amor por nuestra obediencia. Pidiéndole al orar que no nos deje caer en ella.

Conviene ahora hacer mención de la palabra “Misericordia de Dios”, misericordia es una palabra hebrea cuyo significado es matriz, el útero de la madre. Este es el sentido bíblico de la palabra misericordia. Cuando decimos que Dios es misericordia estamos diciendo que Dios es esa matriz. La misericordia es el lugar que da la vida y es el lugar que recibe, que acoge la vida. Así es Dios.

Es Dios que quiere venir y entrar en nosotros para poder trasformar ese sufrimiento.

Pero puede ocurrir que, cuando oramos por la sanación de un enfermo, pensamos que debería ser sanado totalmente de esos signos de enfermedad y cuando esos signos no desaparecen completamente sentimos hasta un rechazo hacia Dios. Y es porque todavía no hemos comprendido bien el sentido de la misericordia. Jesús es el que nos revela la misericordia de Dios y jesús no ha venido al mundo para sanar a todos los enfermos. Jesús sanó muchos enfermos cuando ejercía su misión, pero no sanó a todos los enfermos y tampoco hoy. Sin embargo, porque El es la misericordia, quiere visitar el sufrimiento de cada hombre y ésa es la verdadera sanación de la misericordia.

Hay algunos, quizás muchos, que te dicen “yo no creo que Jesús haya resucitado. Nadie ha resucitado en este mundo.”

Jesús, entre sus milagros en Israel, resucita a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín y a varios más. Resurrección por la que recuperaron la vida de este mundo y le prolongaron un cierto tiempo hasta la muerte natural.

La Resurrección de Jesús, que dicen no entender algunos, se produce subiendo al cielo en cuerpo y alma para siempre, pero bajando a la tierra en la misma forma que tuvo entre nosotros e incluso con los agujeros que le produjeron los clavos y la lanzada.

Por presentarse entre sus discípulos de la misma forma que le vieron en vida, estos pudieron comprobar que estaban ante su maestro, lo que produce en todos, que se habían quedado hundidos y desolados, el levantamiento de sus vidas y la fortaleza que a raíz de entonces desplegaron de la nueva religión, que a partir de aquí nace con fuerza y valentía.

Ser cristiano consiste en creer que Jesús que nació en Belén, creció en un pueblo perdido de Galilea y predicó durante unos pocos años en Israel, es Dios. No un hombre muy bueno y cercano a la divinidad, no un hombre que nos recuerda un mensaje divino: Dios. Esto es lo más Fuerte que se ha dicho en la historia: “el verbo (la palabra) de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”. Eso es una locura, salvo que sea verdad. Pero el cristianismo es la única religión que tiene un Dios que se hizo hombre para caminar con nosotros por la vida, guiar nuestros pasos y tras la muerte de nuestro cuerpo, regalarnos el don del cielo, la resurrección. Pero encaje o no con lo que esperaban los sabios de la antigüedad, eso es lo que decimos los cristianos y eso es lo que nos distingue del resto de los mortales. Naturalmente, la aceptación de la divinidad de Jesucristo incluye el vivir como Él enseña y estar unido a Él. Esta unión no puede conseguirse de cualquier manera. De partida, la iniciativa y los medios vienen de Dios. Pero los hombres podemos hacerlo imposible. Hay ciertos comportamientos que son incompatibles con el seguimiento de Jesucristo.

Es un Dios que se hace hombre pero que no por eso deja de ser Dios. ¿Quién puede estar a la altura de cosa semejante? Alguien tiene que ayudarnos.

Sabemos por la historia y la Revelación, que la Iglesia es el gran regalo que ha hecho Dios a sus hijos, para que puedan conocerlo y así salvarse. La misma que Cristo fundó hace más de 2000 años.

Algunos dicen creer en Jesús pero no en la Iglesia. La Iglesia que la forman los hombres, como no puede ser de otra manera, es por tanto santa y pecadora como nosotros. Y ésta, después de haber hecho todo por el mundo (los pobres, los inmigrantes, los enfermos, la cultura…) es la única organización mundial que ha pedido perdón por sus errores.

Digamos aquí que Dios nos incita a orar con insistencia no porque no sabe lo que necesitamos o porque no nos escucha. Al contrario. Él escucha siempre y conoce todo sobre nosotros, con amor.

En nuestro camino diario, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su ayuda.

Todo esto condujo al Papa Francisco en una de sus homilías diarias en la Capilla de Santa Marta en el Vaticano a sugerir algunas preguntas: ¿Habéis pensado alguna vez: el Señor sueña conmigo, piensa en mí, yo estoy en la mente, en el corazón del Señor, el Señor es capaz de cambiarme la vida?

En efecto, “el Señor se manifiesta enamorado de su pueblo” llegando incluso a decir: pero yo no te elegí porque tú eres el más fuerte, el más grande, el más poderoso; sino que te elegí porque tú eres el más pequeño de todos. Es más, se podría decir el más miserable de todos. Pero elegí así, y esto es el amor.”.

De ahí, afirmó el Papa, este continuo querer del Señor, este deseo suyo de cambiar nuestra vida. La fe es dejar espacio a este amor de Dios, es decir espacio al poder, el poder de Dios, el poder de alguien que me ama, que está enamorado de mí y desea la alegría conmigo. Esto es la fe. Esto es creer: es decir, espacio al Señor para que venga y me cambie.

Escrito realizado por el residente Miguel Cabrera Mancha, quien tras la lectura de varios libros de temática religiosa, realiza las anteriores reflexiones. “Un refrito como él mismo lo hace llamar”

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