Por ello, los niños que crecen cerca de sus abuelos no sólo son más felices que el resto, sino que una estrecha relación entre ambos, amortigua los golpes duros de la vida en los más pequeños, les calman y les dan seguridad.
Además, el beneficio es mutuo ya que esta convivencia provoca que los abuelos que están junto a sus nietos los primeros años de vida hacen que éstos tengan mucha más seguridad emocional.
Asimismo, los pequeños aportan mucho cariño, les hace sentirse mucho más activos, enérgicos y útiles e incluso, retrasa la aparición de enfermedades degenerativas como el Alzheimer.